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Estrategias pedagógicas: promueve una actitud: reflexiva, curiosa y consciente
El desarrollo del pensamiento crítico no es una meta exclusiva de la educación secundaria o universitaria; es un proceso que debe comenzar en los primeros años de vida. En un mundo marcado por la sobreinformación, los discursos polarizados y los cambios acelerados, formar personas capaces de analizar, cuestionar y tomar decisiones informadas es una tarea urgente. Para lograrlo, es fundamental aplicar estrategias pedagógicas específicas desde la infancia que promuevan una actitud reflexiva, curiosa y consciente ante el aprendizaje y la realidad.
La infancia es una etapa clave, no solo por la plasticidad del cerebro, sino porque es cuando se forman las bases del pensamiento autónomo. Las estrategias pedagógicas que fomentan el pensamiento crítico en esta etapa no buscan forzar razonamientos complejos antes de tiempo, sino cultivar hábitos mentales saludables: la capacidad de hacerse preguntas, de considerar diferentes perspectivas y de sostener una idea con argumentos propios.
A continuación, exploraremos por qué es importante desarrollar el pensamiento crítico desde la infancia, y qué estrategias pedagógicas pueden ayudar a hacerlo de forma efectiva y respetuosa con el desarrollo del niño.

¿Por qué es importante aplicar estrategias pedagógicas de pensamiento crítico en la infancia?
Las estrategias pedagógicas orientadas al pensamiento crítico desde edades tempranas tienen múltiples beneficios: no solo fortalecen las habilidades cognitivas, sino que también mejoran la autoestima, la autonomía y la capacidad de tomar decisiones. Un niño que aprende a pensar críticamente desarrolla mayor seguridad para expresarse, escucha con atención ideas distintas a las suyas y comprende mejor las consecuencias de sus acciones.
Además, en una sociedad donde la información circula sin filtros, enseñar a los niños a preguntar “¿esto es verdad?”, “¿por qué alguien diría esto?”, “¿qué evidencia hay?” se vuelve una herramienta de protección. No se trata de generar desconfianza, sino de cultivar el discernimiento.
Cuando hablamos de estrategias pedagógicas que promueven el pensamiento crítico en la infancia, hablamos también de justicia educativa: todos los niños y niñas, independientemente de su contexto, merecen una educación que no solo les enseñe contenidos, sino que les dé herramientas para comprender y transformar el mundo.

Estrategias pedagógicas concretas para cultivar el pensamiento crítico desde pequeños
Las siguientes estrategias pedagógicas están pensadas para ser aplicadas en entornos de educación infantil y primaria, y pueden adaptarse a diferentes estilos y ritmos de aprendizaje:
- Fomentar la pregunta antes que la respuesta: en lugar de ofrecer explicaciones cerradas, invitar a los niños a formular hipótesis, a explorar distintas respuestas posibles y a pensar en porqués. Por ejemplo, tras leer un cuento, preguntar: “¿Por qué crees que el personaje actuó así?”, “¿Qué otra cosa podría haber hecho?”
- Uso de dilemas morales o situaciones abiertas: plantear situaciones que no tienen una única respuesta correcta estimula el razonamiento ético y la capacidad de argumentar. No se trata de buscar la solución perfecta, sino de explorar diferentes caminos con respeto y lógica.
- Espacios de diálogo horizontal: organizar asambleas, círculos de palabra o rutinas de pensamiento donde los niños puedan compartir sus ideas, escuchar a los demás y construir conocimiento colectivo.
- Lectura crítica de cuentos y materiales visuales: analizar imágenes, relatos o vídeos breves preguntando quién habla, desde qué lugar, qué valores transmite y si existen otras miradas posibles. Esto ayuda a detectar estereotipos y a ampliar la comprensión del mundo.
- Metacognición desde el juego: invitar a los niños a pensar sobre cómo aprenden, qué estrategias les funcionan, cómo resuelven problemas. Esto fortalece su conciencia sobre el proceso de aprendizaje y favorece la autonomía.
- Proyectos basados en la exploración y la investigación: permitir que el alumnado investigue temas de su interés, formulando preguntas, buscando información, contrastando fuentes y presentando sus hallazgos a otros.
Estas estrategias pedagógicas no requieren recursos costosos ni tecnología avanzada: requieren, sobre todo, un cambio de mirada en el rol docente y una disposición a construir el conocimiento junto con los niños.

El papel del adulto en las estrategias pedagógicas de pensamiento crítico
El éxito de las estrategias pedagógicas orientadas al pensamiento crítico depende en gran medida del adulto que acompaña el proceso. El docente, o cualquier persona encargada de la formación infantil, debe asumir un rol facilitador: alguien que no impone respuestas, sino que acompaña la búsqueda.
Esto implica, entre otras cosas:
- Estar dispuesto a escuchar con atención real.
- Tolerar la ambigüedad y el error como parte natural del aprendizaje.
- Hacer preguntas abiertas en lugar de evaluar cada intervención como correcta o incorrecta.
- Validar las ideas del niño sin anularlas con argumentos adultos.
- Fomentar la participación de todos, no solo de quienes responden “bien”.
Aplicar estrategias pedagógicas de pensamiento crítico no significa renunciar al contenido académico ni dejar de enseñar, sino ampliar la función del aprendizaje: pasar de transmitir información a formar personas pensantes, activas y responsables.
Fomentar el pensamiento crítico desde la infancia es una responsabilidad ineludible para cualquier proyecto educativo comprometido con la transformación social. Las estrategias pedagógicas adecuadas permiten que cada niño y niña desarrolle las capacidades necesarias para comprender el mundo con profundidad, actuar con criterio y convivir con respeto. No se trata de preparar a los estudiantes solo para aprobar exámenes, sino para ser ciudadanos conscientes, creativos y éticos. Apostar por estas estrategias desde los primeros años es sembrar las bases de una sociedad más libre y reflexiva.
Yo soy Jenny, maestra de profesión (y por pasión). Actualmente me dedico a acompañar y formar a profesionales de la educación inquietos, con ganas de cambiar la imagen y miradas en y hacia la escuela y la infancia. Me he especializado en psicomotricidad, neuropsicología y métodos de investigación en la innovación curricular. Me formé en educación viva y he podido llevar a cabo toda esta transformación en diferentes proyectos de educación viva en los que he participado como acompañante.
Soy mamá de Leo, de 2 años y de Emma, que nació el pasado agosto. Si mi mirada hacia la educación ya era transformadora y revolucionaria antes de nacer mi hijo, ahora ya es totalmente radical. Algo no se está haciendo bien, y mis inquietudes me llevan a acompañar el cambio de mirada y a despertar consciencias.

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